Los primeros casos aparecieron en el Reino Unido, se llegaron a reportar hasta 180.000 animales con una enfermedad trasmisible a los humanos. El último caso se registró en 2018. En España los primeros casos se detectan en el año 2000 con Celia Villalobos desaconsejando el caldo de huesos. Hablo, efectivamente, del mal de las Vacas Locas.

El 9 de junio de 1999, se retiraban del mercado español 1100 toneladas de productos alimentarios procedentes de Bélgica. Fue durante la llamada crisis de los pollos con dioxinas, durante la cual se llegaron a matar 7 millones de pollos y gallinas, y unos 60.000 cerdos y cerdas.

En febrero del 2006, 700 granjas de Bélgica y Holanda se ponían en cuarentena por la detección de dioxinas en los piensos. En 2011, otra crisis con las dioxinas hizo cerrar miles de granjas en Alemania.

Hace pocos meses que 25 toneladas de almendras quedaban inmovilizadas en Mallorca por la detección de micotoxinas y no, tampoco venían de Marruecos, su procedencia era Australia.

Altos niveles de arsénico en arroz, listeriosis en la carne mechada andaluza, E.coli en pepinos, restos de plaguicidas en niveles superiores a los permitidos, clembuterol, pestes porcinas, erosión, salinización, desertificación, hormonas, antibióticos, amoniaco, nitratos, eutrofización etc.

Ya veis que el culpable y los responsables de las distintas crisis alimentarias no parecen de procedencia mora. Tampoco le podemos achacar el lío a que somos muchos, demasiados, se atreven a decir algunos amantes del suicidio ajeno.

Tampoco creo que ese enemigo difuminado, llamado 20 30, sea el que ha generado que estemos a las puertas de un colapso del sistema agrario. Es más, me atrevería a afirmar, es mi opinión, que tanto la 20 30, como Marruecos, son chivos expiatorios sacados de la chistera de los señoritos, terratenientes y empresarios del agronegocio para que nadie les mire a ellos y a ellas.

El origen del lío estará entonces en el modelo, en el sistema de sobreabundancia y despilfarro para algunos que deja a muchas personas al margen. O sea que los verdaderos problemas del campo vendrían, según mi opinión, de la intensificación, la especialización, la patologización y la falta de respeto por la naturaleza, por la tierra, por el agua… que esta industrialización del campo lleva implícita.

Sí, colegas del campo, decís que hay que defender lo español frente a lo extranjero, pero lo decís vestidos con ropa asiática y subidos en un tractor de fabricación alemana que se construyó con materiales extraídos de medio mundo y que funciona con gasoil de Oriente Próximo. A veces también lo decís frente a un smartphone ensamblado en China, junto con un café cultivado por compañeros vuestros de Etiopia.

Creo que no os atrevéis a reconocer el engaño al que fuisteis sometidos al abrazar “la modernidad de la revolución verde” que os ofrecían y ofrecen aquellos señores del maletín y la corbata. Señores de manos blandas, blancas y fácil verborrea que venden insumos para que no te tengas que bajar del tractor salvo para ir a almorzar al restaurante. ¿Cuánto hace que no coges un puñado de tierra con tus manos?

Vosotros, colegas agricultores, sabéis como se ha deteriorado la tierra fértil porque habéis contribuido a ello activamente, quizá no quedaba otra, aunque algunos no tragaron.

 Podéis comparar como estaban esas tierras cuando las trabajaban vuestros antepasados; mucho más sueltas, oscuras, con capacidad de retener el agua, con olor a humus; tierra fértil, en definitiva.

También recordaréis la cantidad de pájaros – de especies distintas- que seguían al tractor cuando este araba o sembraba; eran miles y miles de aves aprovechando que millones de lombrices e insectos quedaban al descubierto. Algunas semillas también se perdían, claro y había que luchar contra ello, sí, pero no con esa química que manchó las semillas de veneno rosa, verde o azul. Ni con ese herbicida que tantas veces habéis olido y que os lo habéis llevado en vuestra ropa hasta el sofá de casa junto al insecticida para el saltamontes (que no solo mataba saltamontes) y el funguicida para la roya. El Parkinson a algunos os delata, las cefaleas os avisan y los compañeros que prematuramente han enfermado lo demuestran.

Luego ya no hubo remedio; se perdió la soberanía alimentaria, la libertad del campesino que se vio sometida al dictado del agronegocio y a la PAC, a los burócratas europeos.

“Comeréis mierda” dicen algunos con evidentes síntomas de que esos venenos han afectado su sistema nervioso y que desean dejar el campo para entrar a algún parlamento.

Ojalá dependiéramos de vosotros para comer, pero no, ni siquiera sois dueños de las semillas que vuestro tractor alemán siembra después de haber esturreado un montón de litros de purín de guarro, asegurando con ello el desequilibrio del suelo y la posterior enfermedad del cultivo.

Estáis a tiempo de decirle a los verdaderos culpables que no, que no vais a utilizar más esos piensos transgénicos para alimentar a vuestros animales y que los vais a dejar que pisen la tierra y que vean el sol. Entonces veréis que no es Marruecos, el culpable de vuestra ruina, aunque ya lo sabéis, claro. Entonces, cuando renuncies al pack capitalista, veréis quien es el enemigo y quizá encontréis un montón de amigos nuevos.

Será entonces, en comunión con la tierra y con los consumidores, que os defenderéis y saldréis adelante, contando con la capacidad de regeneración que tiene la tierra y también el ser humano. Será una transición difícil, pero bonita porque el resultado solo puede ser mejor que hacia donde vais ahora, hacia donde dejáis que os lleven. Los políticos tendrán que apoyar esa regeneración del campo y dejar de enfrentar a agricultores de un país con los de otro país. Los intercambios necesarios serán bajo criterios de comercio justo. La Europa cristiana no será la que rechaza al emigrante sino la que dice NO MATARÁS, NO ROBARÁS y que, por lo tanto, no explotará a terceros países, ni hará guerras para seguir dando patadas a la tierra y a su humanidad como si fuera un balón viejo. Balonazos en esa huida hacia ese horizonte suicida que puede llegar si lo permitimos, si seguimos dejando que nos envenenen los cuerpos y las mentes, si seguimos señalando al frágil y dándole la mano al fuerte.